sábado, 14 de diciembre de 2019

ALGUNOS NOMBRES PARA LA HISTORIA DE CANTALOJAS

ALGUNOS NOMBRES PARA LA HISTORIA DE CANTALOJAS
Destacó a lo largo del siglo XIX a través de la familia Gordo Sáez


   Cantalojas es hoy uno más de los numerosos pueblos de la provincia de Guadalajara, que rodeado de un hermoso paisaje, y arropado por una hermosa historia con el añadido de las leyendas de su castillo de Diempures, nos muestra su historia a cada paso.

   Quizá el último pueblo de Guadalajara, por la distancia hacía la capital provincial, y porque se encuentra rayano con la provincia de Segovia, en la sierra de Ayllón y limítrofe con la antigua tierra de Atienza. A pesar de que perteneció, desde la época de la Reconquista, a la vieja Castilla y sus históricas provincias de Burgos y Segovia antes de integrarse, avanzado el siglo XIX, en la de Guadalajara. Fue una más de las poblaciones que en ese siglo pasaron a Guadalajara, junto a Villacadima y algunas otras que hoy se agazapan a las faldas del Alto Rey.



   Algunos de sus naturales dejaron su nombre inscrito en la historia, de Castilla y del reino. Siendo uno de los primeros, sin duda, quien fue nombrado “Benemérito de la Patria”, y cuyo nombre se inscribió entre el de los héroes de la Independencia Castellana, sobre el Arco de Santa María de Burgos, allí resuena a héroe el nombre de Pedro Gordo Sierra.

   Su hermano, don Juan Gordo Sierra, quien contrajo matrimonio con doña Juana Sáez Sánchez, natural de Budia y hermana del  obispo que fuera de Tortosa, don Víctor Damián, fue sin duda el progenitor de una de las sagas familiares más representativas de la localidad. Del matrimonio nacieron al menos seis hijos cuyos nombres, de una u otra manera, han pasado a la historia. Don Juan falleció en Cantalojas, en cuya iglesia fue enterrado; su mujer lo hizo en Sigüenza, enterrándose en la catedral. Quizá le llegó la muerte cuando acompañaba a uno de sus hijos ilustres, don Damián Gordo Sáez.


Damián Gordo Sáez
   Fue, sin duda, el más conocido de los hermanos, al seguir la carrera eclesiástica de sus tíos sacerdotes, don José Joaquín, Ambrosio y Tiburcio Sáez Sánchez, párrocos de Cantalojas, Carabias y Pareja, y continuar los pasos de otro de su tío Víctor Damián, el obispo de Tortosa.

   Nació en Cantalojas el 19 de enero de 1797 y murió la noche del 23 al 24 de diciembre de 1855 en la casa episcopal de Bitem (Tortosa), de donde fue nombrado nuevo obispo a la muerte de su tío, y en la que gobernó por espacio de poco más de seis años, puesto que tomó posesión de ella el 26 de octubre de 1848 y falleció en el mes de diciembre de 1855, no sin antes dejar situados en el mundo de la política y los negocios a alguno de sus hermanos, entre ellos a Víctor Gordo Sáez.


Víctor Gordo Sáez
   Nacido como los demás en Cantalojas, en 1800, se dedicó a los negocios mineros que enriquecieron a la familia, con explotaciones principalmente en la provincia de Soria, donde estableció una de las primeras fábricas dedicadas al asfaltado de alquitrán para calles y carreteras; industria pionera en España para la época en que se fundó, en la década de 1850. Sin que escapase, como sus hermanos, a las críticas públicas influenciadas por la política de su tío Víctor Damián.

   Contrajo matrimonio con su prima Juliana Isidra García Rodrigo y García-Sáez, hermana de quien también fuese uno de sus socios en aquellas empresa, el escritor, historiador y científico Francisco Javier García Rodrigo y García-Sáez. Víctor Gordo falleció en Madrid en 1875.


José Gordo Sáez
   Nació en Cantalojas en 1802, siguiendo como alguno de sus hermanos la carrera de Derecho en la Universidad de Alcalá, que dejó por la de Gramática. Siguió las ideas carlistas de la familia, e ingresó en la contaduría del Ejército de Castilla la Vieja, donde llegó a desempeñar, no sin las críticas correspondientes y merced a las influencias de su tío Víctor, el cargo de Intendente Pagador, con destino en Valladolid.

   Tentado por la política, como alguno de sus hermanos, se presentó a diputado por la provincia de Guadalajara en las elecciones a Cortes de 1843. Sin dejar de trabajar en Madrid y Guadalajara como administrador de los bienes de su hermano Damián, obispo de Tortosa, jubilándose como intendente militar, y muriendo en Valladolid en el mes de abril de 1868.





Ambrosio Antonio Gordo Sáez
   El cuarto de los hermano varones, Ambrosio Antonio, nació también en Cantalojas, en 1805.

   Estudio leyes en la Universidad de Alcalá, incorporándose como Abogado de los Reales Consejos en 1830, siendo designado el 24 de enero de 1831 oidor de la Audiencia de Canarias.

   Al estallar la primera guerra carlista se puso al servicio del carlismo, dejando Canarias para desempeñar distintos cargos, entre ellos el de Asesor del Cuerpo de Ingeniería y Artilleros al servicio del pretendiente D. Carlos de Borbón, para lo que se trasladó a Tolosa; igualmente fue Asesor de la Superintendencia general de Hacienda. Hasta que firmada la paz y acogido al “Abrazo de Vergara”, es decir, a la amnistía que siguió al fin de la guerra, regresó a su antiguo cargo, de donde pasó a ser magistrado de la Audiencia de Valladolid, y más tarde promovido a la magistratura de la Audiencia de Zaragoza, para terminar su vida laboral en la Sala Segunda de la Audiencia de Cáceres, de la que fue jubilado el 20 de noviembre de 1868.

   Su “Hoja de servicios” quedó resumida al momento de su jubilación, tras 28 años, 2 meses y 28


Andrea Gordo Sáez
   Nació Andrea Gordo Sáez en Cantalojas el 3 de septiembre de 1797, siendo la primera en abandonar la casa familiar, al contraer matrimonio, indudablemente de conveniencia y por intereses de su tío, con don José Manuel Teruel de los Escuderos, quien desempeñaba los cargos de Fiscal de Penas de Cámara, Gestor de Justicia del Reino y Promotor de Causas de Montes.

   Don José Manuel había nacido en Rus (Jaén), el 21 de junio de 1763, por lo que la diferencia de edad entre ambos al momento del matrimonio era significativa, 34 años. Se casaron en Madrid el 10 de mayo de 1818.

   Del matrimonio nacieron seis hijos: León Gonzalo; José; Víctor; Rafael; Juana y Damián Teruel de los Escuderos y Gordo.

   Andrea Gordo Sáez murió en Madrid, en estado de viuda, a los 39 años de edad; falleció el 6 de marzo de 1836; su marido había muerto años atrás, en 1828.


Juana Francisca Gordo Sáez
   Juana Francisca, la menor de los hermanos, nació en Cantalojas el 3 de noviembre de 1806, marchando junto a su hermano Damián a Tortosa, donde contrajo matrimonio el 6 de julio de 1832, con uno de los más destacados personajes del carlismo de la comarca, don José Antonio de Oriol y Salvador, hijo de quien fuese uno de los mayores defensores del carlismo en la zona, don Antonio José de Oriol y Durán, padre igualmente de don Buenaventura de Oriol y Salvador, quien recibió el título de “Marqués de Casa Oriol”, que pasó a su fallecimiento a don José María de Oriol y Gordo, hijo de nuestra doña Juana Francisca, y de don José Antonio; título que continuó en sus descendientes, hasta llegar a don José María de Oriol y Urquijo, VII marqués; hijo del fundador de Talgo e Hidroeléctrica Española, don José Luis de Oriol y Urigüen ; en la actualidad el título lo ostenta el arquitecto don Miguel de Oriol e Ybarra.

   Nombres y apellidos que son, sin lugar a dudas, y como reseñábamos al inicio,  signo de identidad para la historia de esta pequeña población que hoy se nos pierde entre los pliegues serranos de una tierra que tantas cosas nos tiene por contar.


Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la Memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara,

viernes, 11 de octubre de 2019

POR CANTALOJAS, DE FERIA

POR CANTALOJAS, DE FERIA
La tradición y la fiesta se dan cita en la Serranía


  
   La de San José, de Atienza, fue sin duda de ninguna clase la feria por excelencia de la Serranía de Guadalajara, cuyos orígenes fácilmente pueden situarse en torno al siglo XIII, cuando la Serranía de Guadalajara, o la Tierra del Común de Atienza, comenzaban a despegar hacía la prosperidad ganadera que le dio fama, por la lana de sus ovejas, en toda Castilla, y más allá.


Por Cantalojas, de feria


   Compitió en el tiempo, en primer lugar, con dos de las ferias vecinas que le hicieron sombra, hasta ganar la partida, las de Berlanga de Duero y Almazán; y más tarde dos ferias más vinieron a llevarse un poco más de su ser, las de Sigüenza y Jadraque, sobre todo esta última que, gracias a la prosperidad del tren, terminó por llevarse lo poco que le iba quedando, a pesar de que a finales del siglo XVIII, quizá tratando de buscar nuevos mercados, solicitó y obtuvo la real licencia para establecer una nueva feria por San Mateo, que es santo feriante por excelencia. A celebrarse a continuación de las fiestas del Cristo de Septiembre, entre el 15 y el 23, con San Mateo por medio. Que poco hizo el santo, puesto que esta feria nunca despegó del todo y terminó sucumbiendo antes que la de San José, que llegó hasta la década de 1970 si bien, todo hay que decirlo, achicándose un poco más cada año. Algo bueno traía la feria de San José para Atienza: el agua. Aproximándose sus días raro era el año que los chaparrones no hacían acto de presencia.

   Claro está que también lo hicieron algunas novedades. Y es que para las ferias se dejaban las novedades de altura como fue, por ejemplo, la inauguración de la luz eléctrica, que tuvo lugar con motivo de las ferias de 1905.

   En el máximo apogeo llegó a reunir en sus feriales, de ganado lanar, vacuno, caprino, o equino, a varios miles de cabezas; además de juntar en sus plazas a los mejores pañeros de las provincias limítrofes; a los vendedores de baratijas e incluso a los amantes de lo ajeno, que nunca faltaron a fiesta de guardar en la que el gentío parece que se presta a dejarse birlar la cartera.

   Para los años medios del siglo XX las ferias habían comenzado a dejar de ser lo que fueron, al menos la de Atienza; sin embargo la de Jadraque mantenía su auge, como la de Sigüenza, y si nos fuésemos hacía la Alcarria, con Brihuega por bandera, las ferias formaban parte de los grandes fastos, no sólo de la capital de la Alcarria, también de Cifuentes, Tendilla e incluso Guadalajara.


   Fue para entonces, cuando el siglo XX comenzaba a partirse por la mitad, cuando surgió la nueva feria que habría de venir a poner en alto el nivel ganadero provincial, o serrano; cuando Cantalojas solicitó y obtuvo  licencia para celebrar una feria de ganado otoñal, del 12 al 14 de octubre. Lo solicitó en 1947 y celebró su primera feria en 1948. Queriéndose acercar a las segovianas de Riaza, Sepúlveda, Ayllón o Aranda de Duero, que en estas también hubo ferias celebradas y con estas villas tuvo Cantalojas parentesco, puesto que perteneció durante siglos a la tierra de Ayllón y a las provincias de Segovia y Burgos, cuando Guadalajara –capital-, le quedaba tan distante como le queda hoy.

   Por las mismas fechas se celebraban en la cercana Riaza las ferias de San Frutos, y para entonces se celebraban igualmente, y no sin poco éxito, los mercados de granos de Galve de Sorbe, Campisábalos y Miedes de Atienza, lo que nos da ejemplo de lo que era nuestra Serranía, mediado el siglo XX, un lugar lleno de actividad, de gente, de comercio; de vida.

   El anuncio oficial se dio a conocer a través de la prensa provincial el 2 de octubre de aquel año de 1948, mediante el que se daba cuenta de la resolución municipal de 28 de septiembre, en el que se nos decía que: Debidamente autorizada por la superioridad se celebrará por primera vez Gran Feria de Ganados en sus distintas clases (mayor y menor), en Cantalojas (Guadalajara), los días 12, 13 y 14 de octubre. Siendo esta zona ganadera de capital importancia, el Ayuntamiento, en nombre del pueblo, invita al país en general y muy en particular a la comarca, no deje de asistir a esta exuberante e importantísima feria, cuya presentación de ganado promete ser en número elevado.  Se dispone de hospedaje para las personas y albergues para los ganados; dándose toda clase de facilidades a los concurrentes. Es indispensable la presentación con sus ganados de la correspondiente guía sanitaria.

   Don Víctor Redondo fue el Alcalde que firmó la solicitud, y que tuvo el honor de presidir la feria aquellos primeros años, cuando Cantalojas rondaba el medio millar de habitantes.

   No pasó, en aquellos primeros años, de ser una feria comarcal, en donde la mayoría de las transacciones tenían lugar entre Cantalojas y los vecinos pueblos de Galve, Campisábalos, Villacadima y aledaños, sin alcanzar en ningún momento la categoría pretendida, y en donde a pesar de llevarse algunas compra-ventas de animales o cereales, siempre estuvieron muy por debajo de los centenares de tratos de Jadraque, Sigüenza o Atienza, perdiendo poco a poco visitantes al ritmo que aumentaba la despoblación en los pueblos vecinos, hasta desaparecer en la década de 1960, al igual que fueron desapareciendo de las poblaciones de mayor importancia, arrinconadas por la modernidad del campo y las explotaciones ganaderas intensivas.

   No obstante, y como un nuevo método de revitalizar la comarca en cuanto a su espíritu tradicional y ganadero, se retomó la celebración de la feria en 1985, año en el que volvió a celebrarse por vez primera tras el cese de la anterior, organizada por la Cámara Agraria Local en colaboración con la Diputación provincial de Guadalajara, al tiempo mismo que se promocionaba el recientemente declarado Parque Natural del Hayedo de Tejera Negra. Reduciéndose la celebración a un solo día, 12 de octubre.

   La primera feria celebrada en 1985, sin alcanzar el éxito de lo que fueron las vecinas, o de la anterior celebrada en la población reunió, no obstante, a más de tres centenares de cabezas ganado, principalmente vacuno, llevándose a cabo 64 transacciones de ganado bovino y 16 de caballerías, según nos cuentan las crónicas.

   Para dar un mayor realce a la feria se establecieron a partir del segundo año de celebración (1986), concursos a los mejores animales presentados, al igual que se hizo tradicionalmente en la feria de Jadraque, estableciéndose premios llamativos, a fin de que la concurrencia fuese más elevada. Premios que en esta ocasión fueron a parar a José Sabido Ricote, en el apartado de vacas negras autóctonas (avileñas); el segundo premio en esta categoría fue para Francisco González.

   También hubo premios en vacas cruzadas –los cruces con razas más productivas estaban en pleno auge-, para el mejor ganado lanar; e incluso para las mejores cabezas de ganado caprino. Premios que fueron oscilando desde las 5.000 a las 30.000 pesetas en años sucesivos, que para su tiempo eran cantidades respetables.

   Descendieron las ventas a partir de 1991, del mismo modo que comenzó a reducirse el número de animales presentes, acudiendo los ganaderos de la comarca mayoritariamente en busca de los importantes premios que comenzaron a repartirse (50.000 y 25.000 pesetas).



   En la actualidad, sin pretender alcanzar la categoría que tuvieron este tipo de representaciones, está considerada como una fiesta alrededor del ganado; declarada de Interés Turístico Provincial, en la que tienen lugar representaciones folclóricas, exposiciones de tipo cultural, exhibiciones de animales, o mercado de productos tradicionales, reuniendo en torno a ella a centenares de personas.

   Es, junto con la de Hiendelaencina, la única que nos queda por estos rincones serranos. Feria de las de siempre, que ahora, como las setas en otoño, nos florecen por los cuatro puntos cardinales de la provincia las ferias medievales que nada tienen que ver con aquellas dulas de ganado que desde los pueblos vecinos, por ver de llevarse el premio, acudían al festejo.

   Todavía quedan viejas estampas de tiempos pretéritos en las que los grandes hatos de vacas llenan las laderas, como las llenarán, aunque sea de forma simbólica, en estos días en los que, a ritmo de fiesta, la Serranía comienza a festejar sus tradiciones; al compás de dulzaina y tambor y con son de palitroque de los danzantes de Galve y Condemios de Arriba, que alguno de ellos, seguro, no ha de faltar a la fiesta.

   Que es lo que nos dice que  nuestros pueblos todavía se mantienen vivos.


Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 11 de octubre de 2019

domingo, 8 de septiembre de 2019

CANTALOJAS (Guadalajara)

 CANTALOJAS (Guadalajara)




CANTALOJAS (Guadalajara), es una población situada en la llamada Sierra Norte de la provincia, también conocida como “Serranía de Atienza”, en el límite de las provincias de Guadalajara, Soria y Segovia.

Perteneció a la provincia de Segovia, y más tarde a la de Burgos, entre la Reconquista y el siglo XIX. Viviéndose en su término alguno de los episodios más dolorosos de la llamada “Guerra de la Independencia”.

Es la tierra natal de Pedro Gordo; de Damián Gordo, obispo que fue de Tortosa; De Cantalojas descienden los Marqueses de Casa Oriol, y unos cuantos personajes ilustres más.

En Cantalojas se celebra, anualmente, una de las pocas ferias de ganado que quedan en la provincia de Guadalajara; por sus calles discurren “Los Cencerrones”, recordando el folclore de sus antepasados; y en su término se encuentra uno de los Parques Naturales, por sus características, más interesantes de Europa: El Parque Nacional del Hayedo de la Tejera Negra.

Fue, en el transcurso del tiempo la frontera entre Castilla La Nueva, y Castilla la Vieja. Un pueblo con mucho que contar, y que enseñar. 


¡DESCÚBRELO!


CANTALOJAS. TIERRA DE FRONTERAS

CANTALOJAS. TIERRA DE FRONTERAS


CANTALOJAS (Guadalajara), es una población situada en la llamada Sierra Norte de la provincia, también conocida como “Serranía de Atienza”, en el límite de las provincias de Guadalajara, Soria y Segovia.







Perteneció a la provincia de Segovia, y más tarde a la de Burgos, entre la Reconquista y el siglo XIX. Viviéndose en su término alguno de los episodios más dolorosos de la llamada “Guerra de la Independencia”.

Es la tierra natal de Pedro Gordo, Mártir de la Independencia y Benemérito de la Patria; de Damián Gordo, obispo que fue de Tortosa; De Cantalojas descienden los Marqueses de Casa Oriol, y unos cuantos personajes ilustres más.




En Cantalojas se celebra, anualmente, una de las pocas ferias de ganado que quedan en la provincia de Guadalajara; por sus calles discurren “Los Cencerrones”, recordando el folclore de sus antepasados; y en su término se encuentra uno de los Parques Naturales, por sus características, más interesantes de Europa: El Parque Nacional del Hayedo de la Tejera Negra.





Fue, en el transcurso del tiempo la frontera entre Castilla La Nueva, y Castilla la Vieja. Un pueblo con mucho que contar, y que enseñar. ¡DESCÚBRELO!

Sumario: 

UN APUNTE GEOGRÁFICO /
El Macizo de Ayllón  /

LA HISTORIA  /
Tiempos primitivos  /
La Reconquista  /
La Comunidad de Villa y Tierra de Ayllón  /
Las Edades Media y Moderna  /

EL CATASTRO Y LOS DICCIONARIOS  /
El Diccionario de Sebastián Miñano  /
El Diccionario de Pascual Madoz  /
El Nomenclátor Diocesano  /
La Guía de Turismo (1929)  /
Las Secundarias  /

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA  /

EL SIGLO  XIX EN CANTALOJAS  /

CANTALOJAS SIGLO XX  /

EL PATRIMONIO HISTÓRICO  /
El Castillo de Diempures  /
La Iglesia de San Julián  /

LOS SERVICIOS CONCEJILES Y ASISTENCIALES  /
El Pósito  /
La Fragua o Herrería  /
El Molino Harinero  /
El Horno Pan Cocer u Horno de Poia  /
La Carnecería y la Taberna  /
Los oficios  /

EL COSTUMBRISMO  /
La Virgen de Valdeiglesias  /
Los Cencerrones  /
La Feria de Ganado  /

LOS PERSONAJES  /
Pedro Gordo Sierra  /
Juan Gordo Sierra y Juana Sáez Sánchez  /
Damián Gordo Sáez  /
Víctor Gordo Sáez  /
José Gordo Sáez  /
Ambrosio Antonio Gordo Sáez  /
Andrea Gordo Sáez  /
Juana Francisca Gordo Sáez  /
Otros nombres  /

APÉNDICES  /
Cantalojas, por Félix José López Palacios (1905)  /
Respuestas al Catastro de Ensenada (1751)  /
Cantalojas en los anuarios (1879-1908)  /
Alcaldes de Cantalojas  /

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA  /



El libro:

  • Tapa blanda: 178 páginas
  • Editor: Independently published (2 de febrero de 2019)
  • Idioma: Español
  • ISBN-10: 1795696842
  • ISBN-13: 978-1795696845
  • Ilustraciones en blanco y negro
  • Tamaño  0,16 X 0,22 

 El  autor:

Su autor, Tomás Gismera, y su obra, han sido reconocidos en numerosas ocasiones, destacando premios recibidos como el "Alvaro de Luna", de historia, de la provincia de Cuenca, ( en dos ocasiones); "Eugenio Hermoso" (de Badajoz); "Serrano del Año" de la Asociación Serranía de Guadalajara", "Popular en Historia", del Semanario Nueva Alcarria; "Melero Alcarreño", de la desaparecida Casa de Guadalajara en Madrid; Alonso Quijano de Castilla la Mancha; Turismo Medioambiental del Moncayo, de Zaragoza; Paradores Nacionales; Radio Nacional de España;  Primer Encuentro Nacional de Novela Histórica; Recreación Literaria de Córdoba; Hispania de novela hisórica; Federación Madrileña de Casas Regionales; etc.


   En la actualidad es colaborador ocasional de varios medios de prensa, radio y televisión de Castilla-La Mancha y Castilla-León;  siendo habitual su firma, semanal, en el bisemanario de Guadalajara "Nueva Alcarria", edición papel, en donde lleva a cabo la sección "Guadalajara en la memoria"; así como en el digital "Henares al Día"; donde tiene a su cargo la sección "Gentes de Guadalajara"; habiendo sido colaborador de otros medios como "Cultura en Guada"; "Arriaca", Cuadernos de etnología de Guadalara, de donde ha sido vocal del Consejo de Redacción; etc. Siendo fundador, coordinador y director de la revista digital Atienza de los Juglares, de perioricidad mensual, fundada en 2009, y reconocida como una de las mejores, en este contexto, editadas en la provincia de Guadalajara, de repercusión nacional y carácter altruista.







AGOSTO DE DANZAS Y DANZANTES, EN LA SERRANÍA. Los danzantes de Galve y Condemios celebran a sus patronos

AGOSTO DE DANZAS Y DANZANTES, EN LA SERRANÍA.
Los danzantes de Galve y Condemios celebran a sus patronos


   
   Una de las principales festividades que a través de los siglos celebró la población de Hijes, metida en la hermosura de las sierras que dividen las hoy provincias de Guadalajara y Soria, en la tan desconocida y por descubrir “ruta de los pueblos rojos”, popularizada a través del Camino del Cid, fue la de San Bernabé, santo que de alguna manera abría la puerta a las celebraciones primaverales de este lado serrano al que por su altitud, las templanzas llegaban algo más tarde que al resto de la provincia. No digamos de la parte de la Nueva Castilla, que se extendió hacia las extremaduras andaluzas.


 Agosto de danzas y danzantes en la Serranía. Guadalajara en la Memoria. nueva Alcarria. Guadalajara

 
   San Bernabé, que se celebró por aquí como fiesta grande el 11 de junio, llevaba a la población una de las más famosas comparsas de danzantes que se conocieron en este rincón provincial. Que fue, como pocas, tierra de danzaderos al santo patrón correspondiente; al que acompañaban desde la iglesia y a través de las calles en su recorrido procesional por el pueblo para regresar, animados de la música de la gaita y el tambor, nuevamente al lugar del que partieron, ejecutando alguna de aquellas tan conocidas y bailables piezas en ritmo de jota y compás de romance que, gracias a las poblaciones vecinas de Condemios o Galve, mantenemos en la  memoria.

   Aquellas que hablan de caballeros hidalgos, damas enamoradas y tantaranbainas al tero lero. Que es, poco menos, que el sonido que producen los palitroques, puesto que también se danza a ritmo de palitroque, al chocar entre ellos, en las danzas de paloteo.

   En el remoto siglo XVIII ya se nos daba cuenta de que los vecinos del Concejo de la villa de Hijes, entonces vasallos del Conde de Coruña antes de serlos de los duques del Infantando, celebraban misa mayor, además de las votivas correspondientes, junto con una novena al dicho Santo Bernabé. Danzantes que costaban, entre unas y otras cosas, la nada desdeñable cantidad de ciento cincuenta reales anuales, dándonos a entender que estaban a salario del Concejo. O que el Concejo pagaba aquella fiesta, porque era la principal, puesto que los danzantes se invitaban con aquello  que los vecinos echaban en la bolsa del zarragón, por bailar una pieza a las puertas de cualquiera de las familias que lo solicitaba.

   Los danzantes de Hijes también tomaron parte en las fiestas de San Miguel de mayo del vecino pueblo de Ujados, ya que durante varios siglos ambas poblaciones, quizá de las más significativas del “Condadillo de Miedes”, lo compartieron casi todo: el médico, el farmacéutico, el herrero, el veterinario, el cura y, si a ello nos ponemos, hasta las nubes de la tormenta.

   Algo más alejado de Higes, subiendo hacía la raya provincial de Segovia, en Campisábalos, los danzantes, al igual que los anteriores, dejaron de bailotear hace ya  mucho tiempo. Cuando la herida de la emigración gangrenó estas tierras hasta dejar las carnes en puritico y, prácticamente, fosilizado hueso.


   Y sin embargo, de estos tres que llevamos citados, el que mantuvo a sus danzaderos durante más tiempo fue el hermoso pueblo de Campisábalos. Ocho eran los mozos que con motivo de la festividad de Santa María Magdalena, el 22 de julio; y de San Bartolomé, el 24 de agosto, abrían las correspondientes procesiones a través de las calles del municipio al son de la gaita y a ritmo de danza, ejecutando sus artísticos saltos a honor y gloria de los titulares de la fiesta; recorriendo el pueblo entre el alborozo de los vecinos que, al final de cada una de ellas, ofrecían alguna caridad que posteriormente los danzarines empleaban, como en Higes, en invitarse a una merienda bien regada con el sano fruto de la vid correspondiente.

   Danzantes y danzaderos hubo en el vecino lugar de Villacadima, con ocasión de la Virgen del Campo, aquí celebrada el 8 de septiembre, y con motivo de las fiestas votivas de San Roque, el 16 de agosto, de cuya memoria prácticamente nada queda, ni gente para contarlo. Y danzaderos a ritmo de gaita hubo en su vecino y hermoso poblachón de Cantalojas, al que Villacadima perteneció como anexionado desde los remotos primeros tiempos del siglo XIX.

   Aquí, en Cantalojas, todavía los danzantes continuaron saliendo a las calles, precediendo al santo patrón, San Julián Confesor, que de alguna manera quiso desplazar la fiesta en honor a la Virgen de Valdeiglesias, traída a la población desde su ermita a ritmo de danza y que terminaron siendo, prácticamente, una misma celebración. Aquella Virgen de Valdeiglesias que todavía conserva la letra de sus aleluyas:
La Virgen de Cantalojas,
de Valdeiglesias llamada,
tiene el color de las hojas,
del robledar y pinada…

   Los mozos danzantes que abrían las procesiones a ritmo de gaita, como en las poblaciones anteriores hace ya también muchos, pero que muchos años, que desaparecieron. Sin embargo aquí, en la Cantalojas pinariega, la danza de los ocho mozos quedó reemplazada por la de casi todo el pueblo; o por la de aquellos vecinos y vecinas del pueblo que, cuando la procesión se detiene en los lugares que señala la tradición, bailotean ante las imágenes correspondientes con el recogimiento propio de las grandes festividades, a ritmo de jota, en escena que se repite por muchos de los pueblos de las provincias vecinas de Soria, Segovia y Ávila, en estampa prendida a la memoria de los lugareños de esa Vieja Castilla a la que Cantalojas perteneció, desde tiempo inmemorial, hasta que la reciente historia trazó los mapas de nuestra organización provincial actual. No olvidemos que Cantalojas, antes de ser Guadalajara, fue segoviana por parte de la vecina tierra de Ayllón, y burgalesa, por parte de Aranda de Duero.

   También hubo, y los continúa habiendo, danzas y danzantes al pie del castillo de Galve. Danzas y danzantes que aquí quedaron unidos a la Virgen del Pinar, que se celebró por el mes de octubre y ahora, por aquello de reunir a los vecinos de la villa, que como los de tantas otras andan desperdigados por el rugoso mapa que conforma el reino, se unen en el mes de agosto, los tercer sábado y domingo, para danzar, bailar y cantar, traer y llevar de la iglesia a la ermita y de la ermita a la iglesia, a su Virgen patrona a ritmo de gaita y compaña de danza.

   Y allá vieres, como los antiguos dirían, a las mozas y mozos que hoy conforman el grupo de danzantes ejecutando sus saltos, castilleros incluso, organizados por su zarragón, como manda la costumbre, vestidos de domingo, que es como decir que lucen traje de fiesta, ribeteado de flores cuando la ocasión lo requiere, y hacen sonar castañuelas y  palitroques, cuando lo requiere también la ocasión, como para que se despierten, sin durmiendo están, aquellos espíritus que habitaron la histórica tierra del legendario castillo de los Estúñiga, de don Juan Manuel y los Alba que ahora, con la mella de los últimos siglos, parece querer continuar mirando, y escuchando, el danzar y a sus músicos. Unos danzaderos, los de Galve de Sorbe, que han extendido, o al menos dado a conocer la hermosura de sus danzas, de imperecedera memoria, por media España.

   Cosa que también hacen, e hicieron, los vecinos danzantes de Condemios de Arriba, que celebran danzando la Asunción de María, el 15 de agosto. Desde los tiempos en los que, quizá, los pastores que marchaban de aquí a la Extremadura, con los rebaños de los Manrique, los Lozano, los Beladíez o los Montero, regresaban en semejante día para compartir, con los suyos, la fiesta del lugar.

   Son, los danzantes de Condemios de Arriba, a semejanza de los de Galve de Sorbe, o viceversa, número par. Ocho mozos y mozas, que las mozas han entrado hoy por hoy a formar parte del folclore provincial, antaño reservado al varón. Ocho mozos y mozas, decía, que a las órdenes de su jefe, o jefa de danza nos recuerdan que la Serranía, y nuestros pueblos, se mantienen vivos en ese aspecto tan importante como es la tradición, y el sentir popular que es cosa que se agarra al corazón. Danzantes, y danzantas, que nos bailan “Tres Hojas·, “El Troncho” y hasta el “Me casó mi madre”, que pasa por ser un romance aunque, todo hay que decirlo, es copla con música del poeta de Jadraque, Ochaíta, y música del maestro Valerio.


   Pero, ¿existe cosa más hermosa que ver a los danzantes serranos, de Galve o Condemios, trenzar su cordón al pie de nuestro mítico alto, el Santo Alto Rey de la Majestad?

   Ocasión tenemos de verlos, en este mes de agosto en el que la danza, y sus danzaderos, salen a la pradera de nuestra tierra para decirnos que sí, que sigue teniendo vida; y gente que la baile y la cante. A ritmo de jota y con sonido de gaita y tambor.

   Lo bueno del mes de agosto de esta nuestra Sierra, que de cuando en cuando, se viste de gala.

Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la Memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 9 de agosto de 2019

viernes, 22 de marzo de 2019

CANTALOJAS: NOTICIA DE PEDRO GORDO. Fue nombrado Benemérito de la Patria y Mártir de la Independencia por las Cortes de Cádiz

CANTALOJAS: NOTICIA DE PEDRO GORDO
Fue nombrado Benemérito de la Patria y Mártir de la Independencia por las Cortes de Cádiz


   Fue Cantalojas tierra de fronteras, de ahí el título del último libro que busca los renglones perdidos del pueblo, y de sus hijos ilustres más allá de aquel obispo que a la sombra de su tío heredó la mitra de Tortosa mediado el siglo XIX. Tierra de fronteras porque, según los tiempos han ido marcando su ritmo, ha pertenecido a las provincias de Segovia,  Burgos y finalmente Guadalajara. A Segovia cuando, tras la Reconquista de la tierra en el muy lejano siglo XII se incorporó al Común de Villa y Tierra de Ayllón y Ayllón a la de Segovia. De Burgos cuando en los inicios del siglo XIX se trató de poner orden al desorden provincial y fue incorporada al partido judicial de Aranda de Duero. A Guadalajara, después de que las anteriores líneas se borrasen, en 1833. Desde entonces es el último pueblo de Guadalajara, por el lado de sus sierras; y fue el último de la de Burgos; o de la de Segovia. La frontera, más allá de la marcada por los ríos, de las dos Castillas.



   Siempre perteneció al obispado de Sigüenza. Y contribuyó, como todos los pueblos de su obispado, al levantamiento de su catedral. La que por ahora está de fiesta por la cifra redonda de su cumpleaños y en la que, cosas del destino, descansa a la eternidad eterna de los siglos una mujer, a la que nuestro amigo Fernando Sotodosos Ramos ha dado el título de “Juana la Hidalga”. Una de las pocas mujeres enterradas en la catedral, si es que hay alguna más; doña Juana Antonia María Magdalena de Pacis Sáez Sánchez; cuya tumba se encuentra en el trascoro de la nave central, frente al altar de la Virgen de la Mayor, sin que se encuentre explicación a semejante enterramiento, que fue llevado a cabo a su muerte, el 4 de abril de 1829. Una explicación que vaya más de allá de ser la hermana del obispo de Tortosa don Víctor Damián Sáez Sánchez; o de don Tiburcio y don Antonio, curas párrocos de Cantalojas y Carabias antes de ocupar cargos en la catedral; y madre de don Damián Canuto, también obispo de Tortosa; y madre de don Ambrosio, don Víctor, don José, doña Andrea o doña Juana Francisca; magistrados, diputados y senadores los hijos; y entroncadas con la nobleza, las hijas; nacidos todos ellos en Cantalojas en los años últimos del siglo XVIII y los primeros del XIX. Doña Juana también fue cuñada de don Pedro Gordo Sierra, párroco de Santibáñez de Ayllón, Benemérito de la Patria y Mártir de la Independencia. Y abuela de don José Antonio de Oriol, marqués de Casa Oriol; a la larga, abuela, en tercera o cuarta o quinta línea de uno de los linajes más singulares de la industria española, Oriol y Urquijo, que ha eclipsado al original de la casa matriz, el Gordo Sáez.







   Doña Juana María Magdalena era nacida en Budia, lo mismo que su hermano don Damián, obispo de Tortosa y Secretario de Estado del rey Fernando VII, y hermana del cura de Cantalojas, don Tiburcio, con el que llegó al pueblo para casarse al poco de su llegada con don Juan Gordo Sierra, de los Gordo serranos de toda la vida. Ovejeros en Galve, los Condemios, Campisábalos, Villacadima y su entorno. Don Juan Gordo Sierra, hermano de don Pedro Gordo Sierra, el cura de Santibáñez de Ayllón y primo de don Francisco García Saínz, cura de Villacadima; y hermano de don Antonio Gordo Sierra, ovejero también.

   Fueron sin duda los curas los que por estos apartados pueblos movilizaron a las gentes cuando los franceses entraron en España con intención de quedarse, por aquellos primeros años del siglo XIX, los de la invasión francesa y Guerra de la Independencia. El de Villacadima alertó a sus feligreses, lo mismo que el de Cantalojas, y nuestro don Pedro Gordo, dejando el ministerio sacerdotal de Santibáñez de Ayllón corrió a presentarse al marqués de Barriolucio, en Salas de los Infantes, para formar parte, si ello era preciso, de la Junta Suprema de Defensa de Burgos, para organizar la resistencia. Su mano fue bien llegada, como la de su primo, el cura de Villacadima, también entonces en la provincia de Burgos. La Junta de Burgos, perseguida por los franceses, lo mismo que la de Guadalajara, anduvo de un lugar a otro hasta encontrar refugio casi seguro en los montes que median entre Villacadima, Cantalojas y Grado de Pico. Una seguridad que se fue achicando con el pasar de los meses y las delaciones de los afrancesados, lo que hizo que nuestros hombres cambiasen permanentemente de escondite para evitar su arresto y más que probable ejecución.

Un monolito recuerda en Soria la ejecución de los junteros


   Por la parte de Soria rayana con Guadalajara las tropas del general Hugo castigaron a los pueblos de lo lindo; por la parte de Burgos, rayana con Guadalajara, lo hizo el general Wandermausein, quien no daba descanso a sus tropas en el ánimo de tomar por sorpresa a quienes consideraban rebeldes. Por ello tuvo a sus hombres, la Nochebuena de 1811, cabalgando durante toda la noche para llegar desde Burgos a Cantalojas en la madrugada del 25, en la esperanza de pillar dormidos a los junteros y llevarlos ahítos de cadenas al cadalso. Cuando los cantalojeños despertaron al día de Navidad se encontraron con el pueblo rodeado por unos cuantos miles de hombres armados que, casa por casa, se dedicaron al saqueo, al robo, y a terminar con la resistencia a tiro de trabuco. Y como no aparecieron los hombres que buscaban, por si se encontraban escondidos como sospechaban, prendieron fuego al pueblo de extremo a extremo, de la primera a la última casa; desde la del alcalde mayor, que lo era don Antonio Gordo Sierra, a la iglesia.

   Tal fue la devastación que en el pueblo llevaron a cabo que  antes de la guerra contaba Cantalojas con algo más de cuatrocientos habitantes y a su término apenas eran un centenar. Ardió el pósito, el ayuntamiento, los archivos… Las casas se fueron recuperando, y la iglesia no vería terminadas sus obras de restauración hasta cincuenta años después, cuando el párroco que lo logró, don Antonio Matías Ruiz de la Peña puso la piedra en la que se lee … se terminó está obra en 1866…


Sobre la Puerta de Santa María de Burgos cuelga el homenaje a los héroes de la Patria

   Los miembros de la Junta de Burgos, con don Pedro Gordo Sierra a la cabeza, entonces vocal secretario, habían salido de Cantalojas antes de la llegada de las tropas, adentrándose en las frondosidades de Villacadima. Sus hermanos fueron los más castigados por los franceses, que los dejaron poco menos que en la miseria. El mal tiempo, el invierno duro y la nieve hizo que los franceses, en lugar de continuar batiendo los montes en persecución de los patriotas, retrocediesen a la seguridad de Burgos; y nuestros hombres a continuar con lo suyo.

   Hasta que llegó el mes de marzo de 1812; el tiempo mejoró y los gabachos recibieron un  nuevo soplo dando cuenta de que los junteros se encontraban al amparo del recién nombrado Vicepresidente de la Junta, nuestro buen don Pedro Gordo Sierra, en los montes de Grado. Y hasta allá de nuevo tuvo en danza a sus hombres nuestro general Wandermausein para que cuando despertasen las buenas gentes de Grado de Pico se encontrasen con el pueblo rodeado por 4.000 infantes de caballería dispuestos a no dejar títere con cabeza. Era el 21 de marzo. Como ya hiciesen en Cantalojas, registraron casa a casa; en el fragor de la batalla escaparon algunos valientes junteros; otros cayeron en manos de los franceses; el pueblo fue incendiado y demolido, en castigo por colaborar con la resistencia. Los archivos, la arcas, la imprenta… todo cayó en poder del invasor.

   La satisfacción francesa se colmó con el apresamiento de don Pedro Gordo Sierra, vicepresidente de la Junta, a quien cargado de cadenas y subido a un carro llevaron a Ayllón junto a los miembros de la Junta que pudieron apresar, los vocales José Ortiz de Covarrubias; Eulogio José Muro y José Gregorio Navas. En Ayllón el mayor castigo lo recibió don Pedro Gordo, quien fue azotado hasta la extenuación. De Ayllón a Aranda y de Aranda a Soria, donde tuvieron juicio sumarísimo y condena. Fueron ejecutados en las eras de Santa Bárbara, y después ahorcados en el lugar. Los sucesos que vinieron después son parte de otra historia, de valentía de los sorianos y vileza del invasor. También de ira descontrolada de Gerónimo Merino.

Cantalojas, la Patria de Pedro Gordo


   Tal el caso que, conocido que fue por los diputados reunidos en Cádiz, donde acababa de ser aprobada la Constitución, no dudaron las Cortes en nombrar a nuestros hombres “Beneméritos de la Patria”. Las ciudades de Castilla les dieron el título de “Mártires de la Independencia”. También las Cortes de Cádiz decretaron una ayuda extraordinaria de 8.000 reales para indemnizar a los hermanos Gordo Sierra; dinero que emplearon en parte en reconstruir Cantalojas.

   Hoy, en el muro de la Puerta de Santa María de Burgos, en la Plaza de San Fernando, una placa recuerda que nuestro paisano de Cantalojas, Don Pedro Gordo, dio su vida por la defensa de España. Un monolito en el centro de Soria recuerda también lo sucedido en las eras de Santa Bárbara. Sus restos descansan a la eternidad del tiempo de los héroes en el panteón de los Sotomayor de la Colegiata de Soria.

   Cantalojas, tierra de frontera. Un pueblo con libro que habla de gentes con buen corazón y que recuerda a un hombre del tiempo en el que los hombres eran héroes y entraban en la historia. Bueno es que también Cantalojas, como Burgos, o Soria, o las ciudades de Castilla, honre a su héroe.


Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria.
Guadalajara, 22 de marzo de 2019